Este año en la materia ‘Metodología Cualtiativa’ la profesora nos encomendó la tarea de leer un capítulo «La ruptura» de la obra «El oficio del sociologo», de Pierre Bordieu, Jean-Claude Chamboredon y Jean-Claude Pas Serón.
El capítulo que estudiamos trata sobre los diversos problemas que enfrentan los sociólogos a la hora de realizar sus investigaciones, y cómo éstos deben reconocer dichos inconvenientes para poder efectuar técnicas de ruptura epistemológica con el fin de acercarse más a una sociología científica, dejando de lado así la sociología espontánea.
Si bien lo que se plantea aquí ocurre en el ámbito de la sociología, perfectamente puede aplicarse a la psicología.
Los problemas que propone este capítulo son entre otros, el de la opinión común, que está fundada en el lenguaje coloquial y cotidiano, la cual dista muchísimo del discurso elaborado científicamente. También aborda el tema de las prenociones, y cómo muchas veces quedarnos con nociones que conocemos previamente hace que vayamos con cierto marco de conceptual al campo de investigación sociológica.
Y justamente, cuando estaba leyendo el libro, y literalmente maldiciéndo la complejidad del texto por las numerosas palabras que desconocía, me encontré en la página 44 con dos párrafos que me abrieron los ojos:
«…Toda verdad —decía Nietzsche— es sencilla: ¿no es esto una doble mentira? Relacionar algo desconocido con algo conocido alivia, tranquiliza el espíritu y además da cierta sensación de poder. Primer principio: una explicación cualquiera es preferible a una falta de explicación. Como en rigor, de lo que se trata es de deshacerse de las representaciones angustiosas, no nos exigimos demasiado para hallar medios de alcanzarla: la primera representación por la cual lo desconocido se declara conocido hace tanto bien que se la tiene por verdadera.»
Que este recurso a las explicaciones por lo sencillo tenga por función tranquilizar o inquietar, que haga uso de los paralelismos a la manera pars pro toto, de sistematizaciones por alusión o elipsis o de los poderes de la analogía espontánea, es porque el resorte explicativo reside siempre en sus profundas afinidades con la sociología espontánea. Ya lo decía Marx: «Semejantes frases literarias, que, con arreglo a una analogía cualquiera clasifican todo dentro de todo, pueden hasta parecer ingeniosas cuando son dichas por primera vez, y tanto más cuanto más identifiquen cosas contradictorias entre sí. Repetidas, e incluso con presunción, como apotegmas de valor científico, son tout bonnement (llanamente) necias. Sólo buenas para Cándidos literatos y charlatanes visionarios, que enchastran todas las ciencias con su empalagosa mierda.»
¿No es acaso cierto que lo conocido y sencillo tiene un efecto tranquilizador sobre las personas? ¿Y hasta nos hace sentir poderosos? ¡Claro que si! Somos poderosos cuando sentimos que controlamos lo que está frente a nosotros.
Lo sencillo y conocido se nos hace ameno pues nos mantiene en nuestra zona de comfort, sin hacer que nos esforcemos por entender las cosas, pues es más fácil y rápido tomar lo que ya viene explicado, y que generalmente hemos incorporado a nuestro esquema conceptual tiempo atrás.
Y así entendí que tal como dice ahí, lo que queremos evitar es la angustia. Esa angustia que nos representa ir en pos de algo desconocido, salir a buscar algo que quizás no entendamos de primera, y que nos cause una frustración, o realizar más trabajo extra a nivel de investigación, dedicación de tiempo y tantas cosas más… ¿No es acaso evitar ir en búsqueda de lo que hay al otro lado del miedo?
Y como dice Mel Robbins en su libro de «The 5 seconds rule«, nuestro cerebro está diseñado para protegernos de toda cosa estresante que pueda atentar contra nuestra «seguridad», y es donde suele sabotearnos de manera casi instantánea.
Así es que desde ahora en adelante encararé la lectura de textos de la carrera siempre con un diccionario normativo, de filosofía o psicoanálisis, que me ayude a ir en pos de lo profundo, descartando lo superficial, sencillo y conocido…
Muchas veces me encuentro dudando de las palabras o frases más conocidas que usamos en nuestro día a día, hasta que llego a su significado literario y me digo a mi mismo «qué estoy diciendo!»…
Y así me planteo que incluso cuando se trate de conceptos no tan sencillos y conocidos… ¿No conviene revisar nuevamente esas definiciones y esquemas ideales que ya tenemos previamente asimilados? ¿Qué tan correctos son? ¿De dónde provienen? ¿Son de carácter científico o realmente han estado siempre bajo la influencia de fuerzas de la cotidianeidad?
Para seguir reflexionando.
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